A LA DERECHA DE FUJIMORI
por Cesar Hildebrant
¿Se podía estar más a la derecha que Fujimori? Digamos que era difícil pero no imposible.
Lo cierto es que ese autor profesional de hazañas llamado Alan García Pérez lo ha logrado.
Él ha demostrado que a la derecha de Fujimori no estaba el abismo sino el Apra. Un Apra, claro, refundada, reacabada, metamorfoseada.
Un Apra que ya ascendió al cuché y a las grandes ligas. Que ya no necesita pedirle plata a Dionisio Romero (para la campaña) sino que es la encarnación política de Dionisio Romero. Un Apra que Aldo Mariátegui bendice, don Julio Favre aprueba, George Bush saca como ejemplo y el pobre César Zumaeta payasea desde la cabina de RPP.
Un Apra que, como daño colateral todavía controlable, asiste a la renuncia masiva de los dirigentes del Comité Regional de Trujillo (ocho de doce), a la rebelión abierta de Wilbert Bendezú en Lima y al hormigueo insurrecto de por lo menos tres bases importantes de Lima.
Y no es que esos chúcaros pidan socialismo. Lo que piden es que alguien recuerde el 20 por ciento de las promesas electorales con las que el Apra llegó al poder. Piden coherencia con las viejas prédicas, los polvorientos eslóganes, el hayismo sangrante que es lo último que puede quedar en el llamado partido del pueblo.
Porque cuando Haya transó con el Perú oligárquico lo hizo sacándole un pelo al lobo peludo del rivaagüerismo: un cierto consenso sobre el diálogo, la idea germinal del frente de clases aliadas por el interés común del desarrollo, un pacto de esencia entre el capital y el trabajo.
Haya nos dejó una socialdemocracia en rebajas, un coche Fórmula 1 donde el motor es el capital y el freno de mano es el trabajador. Pero esto que está haciendo García está a la derecha de Beltrán, es la ultra del fujimorismo. Es el dominio absoluto de los mismos realistas que combatieron al lado del virrey La Serna.
El señor Carranza, por ejemplo, presiona para que se vea su proyecto sobre venta masiva de lo poco que queda de Estado en algunas empresas importantes. ¿Su proyecto? No me hagan reír. Carranza es un sirviente de los organismos internacionales encargados de premiar a los buenos y castigar a los malos (premiar a Uribe y a García, castigar a Correa y a Morales), de la banca buitre mundial (la que compra deuda de Zimbawe a 4 millones de dólares y se la revende al mismo Zimbawe, bajo extorsión, a 40 millones de dólares, y del corporativismo desatado que galopa sin cabeza haciendo del planeta un gran negocio.
Y a ese servidor uniformado del monitoreo internacional lo tiene García sabiendo quién es y qué representa. No es que lo tolere. Es que se lo plantaron y no hay cómo discutirlo. Como le plantaron a la ciudadana emocionalmente chilena Verónica Zavala y a la ciudadana expectaticiamente española Cayetana Aljovín.
Ahora, cuando quieren vender (a capitales chilenos si es posible) los puertos que puedan, ahora, digo, le han dado a un señor que desprecia la ecología y que defendió a Lucchetti como si del morro de Arica se tratara, la reconstrucción –con la menor cantidad de controles por la emergencia– de las ciudades afectadas por el terremoto. Es el mismo señor que, según Indecopi, fue parte de la conspiración pollera que congeló la producción y mató a las mejores gallinas reproductoras para empujar al alza el precio del pollo. El mismo que se enfrentó al Tribunal Constitucional cuando éste falló en contra de la Telefónica en el caso de 570 trabajadores sindicalizados despedidos. El mismo que quiere que la Universidad Católica vaya a manos de Cipriani. El mismo que quiere ver preso (como cadáver político) al elegido presidente regional de Áncash. El mismo que ha criticado hasta el agravio a la Comisión de la Verdad, pidiendo que sus conclusiones no fuesen publicadas. El mismo que llamó “marcha de marxistas” a la que convocó monseñor Bambarén para respaldar la lucha en contra de la corrupción. Sí, el mismo señor Julio Favre que acaba de decirle a la agencia Efe: “Hay que comprender que aquí tenemos una buena oportunidad para hacer una gran ciudad”.
Vuelve el doctor García a apostar por un hombre y no por una institución –esta es una observación generalizada–. Y vuelve a hacer lo que le da la gana, sin consulta alguna con regiones, alcaldías o pobladores. Eso es lo que hace, al fin y al cabo, con el partido que le legó, como herencia impersonal y sólo en custodia, el señor Haya de la Torre. Lo que pasa es que el albacea se quedó con todo.
García fue de izquierda hasta la irresponsabilidad en 1985. García es hoy de derecha hasta la irresponsabilidad –si tenemos en cuenta la revolución de expectativas frustradas que puede estar incubándose en las zonas pobres del país–. O de izquierda, hace 20 años, o de derecha, hoy. ¿Y el centro? Es que para eso se necesita a un hombre con idea de los largos plazos. Izquierda/Derecha. Hay diversas formas de la bipolaridad.
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Y respecto a la educación universitaria ... no cambió de derecha a izquierda ni viceversa, sigue pensando que la universidad pública no produce y que debe autofinanciarse, qué lejos estamos de organizar una sociedad del conocimiento para lograr el anhelado desarrollo, es tiempo de formar verdaderos estadistas que tengan visión y lideren políticas de estado que logren cambios estructurales.
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