sábado, 5 de julio de 2008

RESPIRANDO EN LIBERTAD




Para quienes tenemos la ventura de vivir en libertad, tal vez no sea del todo fácil valorar a cabalidad ser y estar libres. Mucha gente está libre aunque en realidad no lo es, hay muchos tipos de ataduras, la forma más simple de clasificarlas sería: visibles e invisibles. Recuerdo que lo más cerca a la falta de libertad en la que estuve fue cuando al jugar a las “escondidas” me metí en un baúl, cerré la tapa y al estar en la oscuridad sentí que el corazón se escapaba por la boca, de inmediato abrí la tapa, respiré profundamente y me prometí que nunca más lo volvería a hacer. Muchos años después, cuando ya estaba laborando, un día sábado que fui a terminar algunas cosas propias de mi quehacer académico, me concentré tanto en mis cosas (suele pasarme y termino perdiendo la noción del tiempo) que cuando me percaté que estaba en este planeta, había oscurecido, decidí retirarme y al llegar a la puerta la reja estaba ... c-e-r-r-a-d-a, llamé, subí y bajé las escaleras, no había nadie en el edificio, solo estaba yo ... encerrada; qué sensación tan desesperante, me decía a mí misma: “calma, se va a resolver”, y en verdad cuando me calmé pude pensar mejor, me quedé cerca a la reja, alguien pasaría, además me di cuenta que en la oficina de vigilancia estaba una radio encendida, su dueño debía volver, y así fue a las dos horas … volvió, y al fin ¡liiiibre!. ¿Cómo es experimentar la libertad después de seis años de cautiverio? Sin saber en qué lugar se está, con cadenas al cuello, comiendo sin satisfacer por completo el hambre, sin una culpa que pagar que al menos le haga pensar a una que se lo merece, que es una penitencia que debe sufrir, pensando en su familia, con el único consuelo de saberse vivos, esperando un milagro, confiando en que existe un Dios cuyos ojos recorren la tierra y que con seguridad nos ha de ver. El sufrimiento debe ser muy profundo.
Esta semana hemos sido conmovidos por la liberación de una mujer que se ha convertido en el símbolo de la resistencia y la entereza en medio de la adversidad, su único delito: incursionar en política en un país convulsionado por la violencia causada por las FARC. Su liberación es doblemente valiosa; primero, por el valor que en sí misma tiene la libertad; y segundo, porque para conseguirla no se ha eliminado a nadie, no se cumplió la frase: “libertad, cuántos crímenes se han cometido en tu nombre”, y eso satisface a quien ama la libertad y la paz.
Recuerdo haberme conmovido, cuando en diciembre del año pasado Juan Carlos Lecompté, esposo de Ingrid, esparció por toda la selva colombiana miles de fotografías de los hijos del primer matrimonio de Ingrid, con la esperanza que una de ellas llegara a sus manos y ella pudiera enterarse que ellos estaban bien, que habían crecido, esa fue una muestra de amor impregnada de audacia y fe, probablemente las fotografías se diluyeron en la amplitud de la selva, lo que no se diluirá jamás es esa manifestación de amor maduro en medio de la adversidad y el sufrimiento. Podemos sacar muchas lecciones de esta historia de la vida real (aunque suene a cliché). Juan Carlos cree que ahora vendrán seis años de inmensa felicidad, y dijo además: “es un principio bíblico, luego del sufrimiento viene la felicidad”, tiene fe, y quien la tiene agrada a Dios, les dará no solo seis por seis, sino muchos más años de felicidad. Continuemos pidiendo por la liberación de otros 700 rehenes que mantiene secuestrados las FARC, para que también ellos puedan volver a respirar en libertad.

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