"Todo lo hizo hermoso en su tiempo y ha puesto eternidad en el corazón de ellos" (Salomón)
lunes, 21 de abril de 2008
ACOMODOS OFICIALES
No hay nada que me incomode más que el afán que tienen algunos personajes por acomodar los hallazgos científicos o las corrientes del pensamiento humano a lo revelado en las Escrituras, demostrando que no han entendido mínimamente lo que significa: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos”, aún más: “como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
La religión oficial ha promovido y realizado varios acomodos a las Escrituras (léase Biblia), esto se parece a lo que hicieron las hermanastras de la Cenicienta, cuando a toda costa querían que el zapatito les tallara exactamente al pie, el cuento dice que rebanaron sus talones, es de suponer que el famoso zapatito quedaba completamente ensangrentado después de cada prueba, pero ese ya es otro cuento.
En 1986, en una de sus catequesis, Juan Pablo II dijo que la teoría de la evolución "no contrasta (no se opone) con la verdad revelada", siempre que se la entienda sin excluir la causalidad divina. Algo así como una evolución dirigida, desde entonces, oficialmente, la Iglesia católica acepta un evolucionismo que se debe limitar a la explicación científica teórica de las observaciones naturales, excluyendo lo relacionado a la creación del mundo o del espíritu humano, a los que califica como aspectos metafísicos.
Respecto a la evolución del hombre, la Teoría evolucionista, asume que existe una discontinuidad ontológica en relación a los demás animales, consecuentemente una lentísima evolución del antropoide hacia el hombre con una aceleración sin precedentes que le hace surgir como especie hace 10,000 años, aproximadamente. Para un biólogo, acostumbrado a escuchar de la aparición de una especie X en millones de años, este tiempo es una especie de segundo en la duración de un día calendario.
Relativamente en muy poco tiempo aparecen también la cultura (arte), la técnica (industrias diversas), la religión (culto a los muertos) y el lenguaje. En menos del 4% del tiempo evolutivo más reciente, el hombre pasa de la nada cultural al nivel actual de pensamiento y dominio de la naturaleza, visto de esta manera, el universo entero parece programado para la existencia humana, asunto nada nuevo porque en el Génesis, el Creador hace una clara diferencia, en el momento mismo de crear al hombre, del resto de las especies que lo acompañan en esta vasta ecósfera.
Entonces, ¿Qué necesidad tenía Roma de enfatizar que acepta la evolución? ¿Se trata de un nuevo matrimonio, esta vez entre Ciencia y Religión?
Además de las Escrituras, hay mucho conocimiento teórico respecto al origen del hombre que puede servirnos para orientar y afianzar nuestra posición argumentando que es el resultado de la Creación, sin necesidad de enunciados claudicantes con sabor a concilíabulos. Por ejemplo, los llamados "Principios antrópicos".
Dicke (1961), razonó acerca de la relación de intensidad de las fuerzas elementales de la materia, la edad misma del universo, etc., concluyendo que estas relaciones se establecieron de una forma tan especial que de otra forma difícilmente se habría llegado hoy al hombre: es lo que se llama el "Principio Antrópico débil". Carter (1974) añadió que cualquier variación mínima en los parámetros iniciales del universo hubiera llevado a condiciones en que seria imposible la evolución hasta el nivel humano. Por tanto, el universo posee, desde su primer instante, las condiciones que permitirán la vida (síntesis del carbono, etc.) y la posible aparición del hombre en algún momento de su historia. Es lo que se conoce como "Principio antrópico fuerte".
Ante este planteamiento sólo caben dos opciones: o el universo y la Tierra reúnen esas características "por casualidad" o bien han sido diseñados y programados expresamente para la existencia del hombre. Quienes propician la primera solución, ante la dificultad de que el azar reúna por sí sólo esas condiciones, recurren a la hipótesis de infinitos universos -simultáneos o sucesivos, de los que sólo uno de ellos tiene las características necesarias. Naturalmente, esta teoría no tiene posibilidad de comprobación científica experimental; se trata de una postura intelectual meta-científica que, además, no tiene a su favor ninguna medida o dato observable.
Queda como única solución pragmática la que propone que el universo ha sido concebido con el fin de servir de asiento a la vida racional. Esto implica, como se ve inmediatamente, introducir en la discusión el concepto de finalidad; el cual escapa a la elaboración científica, pues no es medible, ni cuantificable, ni tiene ecuación matemática ni química que lo exprese. La ciencia, por tanto, debe concluir aquí su exposición, para dejar paso a la elucubración filosófica.
Por si fuera poco, la aparición del hombre en la tierra poblada de seres vivos, plantea además otro problema de distinto orden: la actividad racional, consciente y libre. El hombre se diferencia de los animales porque utiliza conceptos abstractos; no es capaz simplemente de aprender determinados comportamientos, sino que tiene la posibilidad de relacionar ideas simples, buscar causas, prever efectos, analizar finalidades, deleitarse en el valor estético o ético de una cosa, etc.; todo lo cual escapa a la actividad sensorial propia del reino animal. Gracias a ello existe la Filosofía, la Poesía y la misma Ciencia; toda la cultura utiliza símbolos arbitrarios y abstractos para comunicar conocimientos e ideas. Además, el hombre es consciente: tiene un yo integrador, sujeto de sus actividades y capaz de reflexionar sobre su propio conocimiento (conocer que conoce, frustrarse ante el error, atemorizarse ante un posible fracaso, etc.)
La física moderna define la materia por sus interacciones con las cuatro fuerzas elementales (gravedad, electromagnetismo, fuerzas débiles y fuerzas fuertes). Ningún efecto de esas fuerzas tiene como consecuencia el pensamiento, la abstracción o la consciencia. No hay medida cuantitativa para calibrar el valor artístico o la implicación ética. Las mismas neuronas y corrientes cerebrales no son conscientes de si mismas; y si cada una no lo es, el conjunto -simplemente como conjunto- tampoco puede serlo.
La evolución no puede explicar el origen del pensamiento, que no es una secreción del cerebro: no hay dato científico en que apoyarse para asegurarlo. Quienes defienden una postura materialista de la razón humana, lo hacen por la idea preconcebida de que sólo existe la materia; lo cual no es un dato científico, sino un prejuicio filosófico, por tanto con un alto porcentaje de improbabilidad.
Añadida a las cuatro fuerzas elementales que definen la materia, en el hombre está presente una "quinta fuerza", no reducible a las anteriores, que se expresa en el pensamiento. Este componente novedoso del hombre se ha llamado, desde hace siglos, espíritu. Decir que el espíritu puede "emerger" de la materia, o que se reduce a una materia más organizada, son afirmaciones gratuitas. Ningún dato ni análisis científico justifica un reduccionismo así.
Para algunos la aparición de la inteligencia es consecuencia de la aparición del lenguaje, la pregunta es: ¿Qué puede comunicar un ser no pensante?, el hombre comunica aquello que ha elaborado como consecuencia del uso de un órgano básico en su supervivencia: su cerebro, relacionado con sus órganos sensoriales que lo ponen en contacto con su entorno y consigo mismo, hasta crear conocimiento y desear transmitirlo a uno semejante a él, capaz de entenderlo, capaz de aceptar sus ideas o disentir de ellas. Pero el hombre no solo transmite conocimientos, sino también sentimientos, limitando completamente la aplicación del método científico al constatarse la existencia del espíritu, aquél soplo de vida que le hizo ser distinto desde un principio y que le otorgó la propiedad de ser semejante a Quien lo creó.
La lógica se emplea para contrastar presupuestos al margen de lo que la religión pueda dejar como sentado, no se trata pues de “mandamientos” ni “sacramentos” adicionales. Tú eres un ser libre, racional, capaz de tomar los conocimientos existentes y lo que dice acerca de ti la Escritura, utilizar la lógica y muchas veces el sentido común para tomar una decisión y defender una posición. Fuiste creado para ser libre, obviamente dejo claro que no se debe confundir libertad con libertinaje.
(Imagen: reporteros sin fronteras)
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