domingo, 6 de abril de 2008

LOS BUITRES



Marzo de 1993. En Darfur, sur de Sudán, el fotógrafo sudafricano Kevin Carter, hizo historia en el fotoperiodismo tras lograr retratar y dar a conocer al mundo entero las brutalidades del Apartheid, Carter visitó la región para hacer un reportaje sobre el movimiento rebelde en Sudán. Sin embargo, al llegar se enfrentó con los horrores del hambre, y comenzó a retratar a sus famélicas y fantasmagóricas víctimas. En la aldea de Ayod se encontró con una niña de unos 4 ó 5 años, que iba de camino a un centro de refugiados, la fotografió varias veces, una de esas fotografías se convirtió en la imagen polémica y brutal que ha recorrido todo el mundo provocando una serie de emociones. En la fotografía se puede ver la figura esquelética de una niña desnutrida, recostándose sobre la tierra, agotada por el hambre y a punto de morir, mientras que en segundo plano, se aprecia la figura negra de un buitre, esperando, como todo buitre, que su futura víctima se desplome; en realidad nada nuevo porque en Tosoka los perros se alimentaban de cadáveres humanos. Según contó el propio Carter, después de tomar las fotos y esperar durante veinte minutos, ahuyentó al buitre y cuando la niña siguió su camino, él se alejó del lugar, se sentó debajo de un árbol y se echó a llorar.
El 23 de marzo la foto apareció publicada en el New York Times, levantando una oleada de preocupación por la suerte de la niña. Tan sólo se sabe, según publicó el NYT, que la niña siguió caminando tras alejarse el buitre. No se sabe si llegó al centro de distribución de alimentos, apenas a cien metros de distancia. A los periodistas se les dijo expresamente que evitaran todo contacto con los refugiados, por el riesgo de contraer alguna enfermedad, qué ignorancia, el hambre no es contagioso, la indiferencia si.
Esta fotografía fue la ganadora del Premio Pullitzer en mayo de 1994 y marcó a Carter de por vida tanto en lo profesional como en lo personal, porque además del premio Pullitzer recibió terribles críticas por aprovechar la situación para su propia fama. Se le llegó a comparar con el buitre.
La muerte de su amigo Ken Oosterbroek, al igual que él, miembro del prestigioso Club de periodistas Bang Bang, el abuso de drogas y la presión por su aparente falta de humanidad al no rescatar a la niña hizo que, dos meses después de recibir el Pullitzer, sumido en una profunda depresión aparcase su furgoneta cerca del río donde jugaba de niño, enchufase una manguera al tubo de escape y se suicidase cuando tenía solo 33 años. Al lado de su cadáver se encontró una nota de más de ocho páginas que decía: “Estoy deprimido, sin teléfono, sin dinero... atrapado por imágenes de asesinatos y cadáveres, furia y dolor, niños heridos o muriéndose de hambre, hombres que aprietan el gatillo con alegría, policías y ejecutores... Voy a reunirme con Ken, si tengo suerte”.
Kevin Carter había nacido en una familia cristiana de clase media. Alguna vez declaró: “En casa no éramos racistas, sino supuestos liberales. Fui criado para amar a mis semejantes, pero ahora cuestiono a la generación de mis padres por no haber hecho nada contra el apartheid".
En cualquier caso, lo realmente terrible de esta imagen es que quince años después, once millones de niños mueren cada año antes de cumplir los cinco años, otro tanto es asesinado antes de nacer. Desde que empezaste a leer este artículo, habrán muerto unos 200 niños, y cientos de buitres-humanos estarán muy cerca a ellos, saciados de carne e indiferencia.

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