Las sociedades de todo el mundo, se ven actualmente sacudidas por terremotos cuyos epicentros son las acciones cometidas por personas que claudican prontamente o por presiones ante situaciones que las ubican en el gran y hambriento baúl de la corrupción. La corrupción tiene distintos matices y nombres, solo basta que el actuar de una persona no se base en la verdad para que se posicione en este hediondo lugar (el gran baúl). Tan corrupta es la persona que permite el soborno a fin de lograr ingentes ganancias como aquella que engaña a su enamorado (a), retira unos gramitos en la balanza de su bodega, o actúa de manera soterrada sin confesar sus propósitos en cualquier tipo de relación humana, buscando su propio beneficio o impulsado por sus traumas internos que terminan perjudicando a personas que nada tienen que ver con el origen de estos, lo cual es injusto y cualquier acto de injusticia es deshonestidad, por lo tanto no es limpio, consecuentemente es corrupto (sinónimos: contaminado, sucio y otros que se mencionan en el diccionario de la Real Academia de la Lengua).
Hay quienes se auto flagelan, se lastiman, y pudiendo evitarlo permiten que la deshonestidad los toque de manera indirecta; también esto es injusto, y le resta calidad de vida al afectado. Si, calidad de vida, porque a veces pensamos que la calidad de vida solo se relaciona con el status socio-económico, o cultural; pero ¿Qué calidad de vida puede tener alguien cuya conciencia le martilla permanentemente y lo acusa de culpabilidad?, parece que muy buena, no es.
Ser honesto es ser real, acorde con la evidencia que presenta el mundo y sus diversos fenómenos y elementos; es ser genuino, auténtico, objetivo. Cuánta falta hace la honestidad en nuestro medio, tenerla siembra confianza en uno mismo y en aquellos que están en nuestro entorno. Se pueden crear verdaderos círculos virtuosos, porque al ver a alguien honesto, uno aprende a serlo y al serlo experimenta el placer de saber decir “no” cuando los valores están en juego. No es el mero reconocimiento de las emociones "así me siento" o "es lo que verdaderamente siento". Ser honesto, además implica el análisis de qué tan reales (verdaderos) son nuestros sentimientos y decidirnos a ordenarlos buscando el bien de los demás y el propio. Mucha gente piensa que es honestísima cuando dice cómo se siente, o qué siente, sin importarle lo que otros que la oyen puedan sentir a su vez. El gran sabio Salomón, dijo atinadamente: “Todo tiene su tiempo debajo del sol, hay tiempo para hablar y tiempo de callar” obviamente para oir; pero tiempo, es lo que mucha gente, no sabe dar.
Un cuento chino, procedente de la China (no en la acepción que conocemos), relata la historia de un príncipe que buscaba esposa, en ese afán convocó a las casaderas del reino, les entregó una semilla y les pidió que en seis meses volviesen con la flor de la planta que brotaría al sembrar cada una de ellas. Las señoritas, se fueron a sembrar y cuidar su semilla, en tanto una muchacha pueblerina cuya esperanza de casarse con el príncipe era como pretender llegar a pie al solar twin (doble del sol que acaba de ser descubierto por dos sanmarquinos, qué orgullo nacional, nada que ver con la selección) se desvivió por cultivar la semilla que le tocó sin que brotara ni una triste hoja, menos una flor. Llegado el día, todas fueron al palacio a presentar las más bellas flores y cuando le tocó el turno a la muchacha, que solo se conformaba con estar un ratito al lado de su príncipe, ella mostró la macetita con tierra y la semilla ajada que por supuesto no había ni siquiera germinado.
La gran sorpresa fue que el príncipe en voz alta declaró que ya había encontrado a la futura reina y la señaló, todos (imagínate las caras) mostraron su asombro porque la muchacha solo tenía la macetita, entonces el príncipe hizo la gran revelación: Las semillas eran infértiles, y todos supieron que las demás candidatas habían pretendido engañar al príncipe. El cuento termina con una sentencia: “Si para vencer estuviera en juego tu honestidad, entonces pierde, siempre serás un vencedor”. Los animo, y me animo también, a ser parte de un círculo virtuoso que pondere la honestidad como uno de los mejores antídotos contra la corrupción. Ahí donde te encuentras, continúa siendo un modelo al que muchos quieran imitar por estar en el círculo virtuoso y no en el círculo vicioso.
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