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Mercedes Sosa, ha muerto, la querida "negra" cuyas memorables canciones se entonaban en todo encuentro universitario de los años 70 y 80, se ha ido, su partida inevitable -porque la muerte es así- nos sorprende, la muerte siempre nos sorprende, aunque quien se vaya esté enfermo o haya sido desahuciado, la muerte se sienta frente a nosotros, a veces nos toma de la mano, otras veces nos abraza, susurra en nuestros oídos recordándonos que somos de barro, porque todo cambia en el tiempo a veces para bien y otras mejor no decirlo.
Las canciones de "la negra" marcaron una época muy importante en la vida universitaria de muchos de nosotros, nos hicieron soñar con un mundo diferente, aquilatar el valor de la gente, de la amistad, de la integración latinoamericana. Cómo no recordar "toda la piel de América en mi piel" (Canción con todos), o "Cuando tenga la tierra", un deseo de igualdad social hecho canción.
Mercedes se fue "Como un pájaro libre", nunca olvidaré "Las manos de mi madre", un himno de gratitud a la madre laboriosa; y "La belleza" una canción al amor que no se basa en la belleza externa que con el tiempo se acaba, sino en la interna que trasciende y permanece.
En el 2000, declaró: "Nací en Tucumán y vivo en Buenos Aires. Soy cantante. Soy viuda. Tengo un hijo, Fabián Ernesto, y dos nietas. Soy del signo de cáncer. Conduzco un Audi chiquito. He estado muy enferma y me he reencontrado con Dios. Soy progresista. Soy embajadora de Unicef". Sobre todo me alegra su reencuentro con Dios, un alma sensible no pudo buscar menos.
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